... Que vienen turbulencias. Antes de nada pido perdón por lo descuidado que he tenido el blog durante este último mes. Habrá algunos con el don de la bilocación, pero no es mi caso, y aunque he escrito mucho de Fórmula 1, a este portal no le han caído ni las migajas por el simple hecho de querer centrar mi atención en "LaF1.es", que ahora supone mi segunda casa. Sin embargo, creo que la ocasión merece que me ponga delante de la pantalla y teclee unas cuantas letras para publicarlas en mi rincón personal.
La Fórmula 1 atraviesa momentos duros, muy duros; en lo deportivo, y en lo extradeportivo (donde se cuecen las cosas importantes). Hace más de 20 días que Jules Bianchi, una de las mayores promesas de este deporte, yace en un hospital de Japón después de su terrible y desafortunado accidente en Suzuka. Sí, digo desafortunado porque, en mi opinión, a pesar de que las cosas pudieran haberse hecho mejor o peor, que un coche se salga de pista y vaya a parar contra los bajos de una grúa es, principalmente, obra de una muy mala suerte. Ahora bien, pudo haberse evitado, sí, al igual que absolutamente cualquier cosa que ocurra en la vida. El problema es que no tenemos un mando a distancia con el que poder ver la jugada, analizar lo que ha sucedido y rebobinar para corregir esos errores. El mundo se emite en directo, y la única forma de aprender es observar qué ocurre cuando nos equivocamos y, por desgracia, ha tenido que suceder algo como lo de Bianchi para que, de nuevo, nos acordemos de eso de "Motorsport is Dangerous".
Con esto no intento lavarme las manos, si Jules no hubiera impactado contra la grúa y se hubiera desplegado la bandera roja, me habría comido a la FIA, Whiting, Todt, Maylander y compañía por habernos privado del espectáculo de un final de carrera en lluvia, al igual que hice tras comprobar que las únicas luces rojas que iban a verse al principio de la carrera serían las del coche de seguridad. Somos oportunistas y algo egoístas, creo que es así de simple, y, vuelvo a repetirlo, por desgracia, alguien se ha tenido que hacer mucho daño para abrirnos los ojos. Para demostrarnos que los pilotos no están a nuestro servicio, sino al suyo propio y al de su equipo, y que no nos encontramos en la época romana para exigir que, por el bien de nuestro entretenimiento, alguien tenga que resultar herido o morir.
Dicho esto, ¿cuál es la solución?... creo que ninguna, En el ADN de la competición está escrita la palabra "riesgo". Pienso que es de lógica. Un cacharro que se mueve a 300 km/h conducido por un súperconductor, pero humano al fin y al cabo, algún tipo de peligro tiene que entrañar. Sin embargo, es comprensible la posición del espectador. En una carrera, nosotros nos sentamos en un acolchado sofá con el único peligro de atragantarnos con un trozo de bocadillo. Ellos, se embuten en un asiento de fibra de carbono con el culo a 5 centímetros del asfalto y el riesgo de calcular unos centímetros mal e irse derechitos a una valla que mullida, precisamente, no está. Ahora bien, aunque el riesgo cero no existe, sí estamos en disposición de acercarnos lo máximo posible a esta cifra.
Jules está grave, muy grave, por culpa de la mala fortuna y la "recién descubierta" negligencia de sacar un vehículo de apoyo a pista con los coches pasando cual misiles a varios metros. Digo recién descubierta, y este es el "palo" que le voy a pegar a la FIA, porque no es la primera vez que se ha visto, y nadie en su momento se planteó sustituir el sistema de actuación o hacer algo al respecto, no que yo recuerde. Personalmente, es la primera vez que oigo en el argot de la Fórmula 1 la palabra "código 60" o "limitador de velocidad bajo bandera amarilla". Y es la primera vez que me planteo que el hecho de instaurar "grúas tipo Mónaco" en los circuitos no son una idea tan mala. Haré aquí de "salvador del mundo" y diré que, en mi opinión, para salvaguardar la integridad de los pilotos y evitar futuros accidentes como el de Bianchi, podrían utilizarse grúas con brazos lo suficientemente largos para acceder al coche sin otra necesidad que la de circular por las vías complementarias a la pista. ¿La seguridad de los comisarios?... eso ya es otra historia, ninguno se sienta detrás del volante, ni tiene su futuro profesional en boca de todos. Ninguno existe. Por ello hay que hacer algo más. En su accidente, Bianchi pudo haberse llevado perfectamente a cualquier marshall por delante, y eso es indicativo de que no sólo los obstáculos en pista son el riesgo, sino también la velocidad. En mi opinión, el limitador es la idea más acertada.
Además de en la salud de Jules, el mundo de la Fórmula 1 tiene sus miras puestas en otro asunto, mucho menos prioritario, por supuesto (aunque depende desde qué lado se mire) pero que está creando un auténtico terremoto en el paddock. Caterham y Marussia no van a volar a Estados Unidos. Ni a Brasil. Y, posiblemente, tampoco a Abu Dhabi. La categoría reina pierde a dos de sus doncellas por vestir mal... por culpa del poco dinero que ésta les daba. Inevitablemente, tengo que acordarme de las palabras que José Manuel Zapico me dijo allá por julio cuando hablé con él por teléfono: "reparto equitativo de la pasta: es de lógica, si el primero gana 100 y el último 10, el que va a la cola no ganará nunca. Es un deporte injusto...".
Es un deporte muy injusto, y el pato lo han pagado los de siempre, los más débiles. No hay dinero para costearse el ritmo de vida que Tito Bernie exige, y éste, se aplica la de "No Martini, no party" pero cambiándola por dinero. De nuevo, quiero apelar al sentido común y decir que, si al niño que llega el último a casa le das las sobras de la comida, cada vez tendrá menos energía para adelantar a sus hermanos y pillarse el trozo grande de pastel. Evidentemente, no puedes premiar a todos por igual, pues entonces el adjetivo "Campeonato" pasaría a mejor vida. Pero tampoco puedes flagelar a los que menos tienen, porque así nunca serán capaces de alcanzar el tren de los de arriba.
La pela es la pela. que dirían, y nadie va a querer dar su brazo a torcer para que los ricos ganen un poco menos, y los pobres un poco más. Hay que olvidarse de "la pasión por el motor" y mirar al Gran Circo como lo que realmente es: un mercado de valores, una bolsa que cada dos semanas abre sus puertas al público pero que no para ni un minuto entre Gran Premio y Gran Premio. Un lugar donde las grandes fortunas meten dinero para que sus pegatinas aparezcan en los coches más rápidos del mundo. ¿Los pilotos?, son las azafatas encargadas de pasear estas joyas de la ingeniería y el márketing por los mejores escenarios del planeta, y hay dos formas de hacer que esto salga rentable. Una es metiendo a un hombre -o adolescente- que sabes que te va a hacer de oro gracias a sus manos (no sin antes haber enseñado lo abultado de tu billetera). La otra, es posar la mirada en el tío con casco al que más se le note el bulto de los bolsillos. Sin embargo, existe una diferencia entre ambos planteamientos, y es que el dinero suele agotarse, pero el talento no, y lo que te va a evitar la factura semanal de chapa y pintura son las manos, no una cartera llena de "verdes",
Sin embargo, encomendarte a alguno de estos dos santos no te otorga la perpetuidad en la Fórmula 1. Marussia tenía a Bianchi, aunque Ferrari le estuviera tirando de la manga; y Caterham, primero a Fernandes, y después a Engavest S.A. Por desgracia, ahora ninguno de ellos cuenta con su buque insignia. Los rusos, por razones obvias; los británicos, por un berriche mutuo que está perjudicando a las dos partes enfrentadas, a los empleados, a la Fórmula 1 y a los fans. -"Tú no me has pagado", dice uno; - "y tú no me has dado el control", responde el otro. Y mientras esto ocurre, los ratones ya se han colado en la fábrica para coger los trozos más suculentos del queso y venderlos al mejor postor.
En Austin y Brasil sólo veremos 18 coches en parrilla. La pregunta es simple y lógica ¿qué pasará después?. Las múltiples respuestas, complicadas y dispersas. Muchos apuntan a un tercer coche por equipo, lo cual nos dejaría con el monocromo pintando el podio cada fin de semana, y un bonito agujero en el presupuesto de cada uno. Otros, a que la Cofradía del Santo Parné se apiade de los más pobres y envíe un alma caritativa con más dinero que pasión por el deporte para inyectar capital en alguna de las dos formaciones -aquí Marussia tiene la flor en el culo gracias a los dos puntos de Bianchi en Mónaco- .
Ciertamente, espero lo segundo pero, ¿quién se va a meter en estos fregaos? si los que pusieron las primeras piedras de su proyecto avisan de que, más que a un Partenón, su edificio se va a parecer a un bloque de pisos de Leganés. Haas baja las expectativas "nuestro objetivo es luchar con los chicos de atrás" declaró el norteamericano. Y esas palabras no son más que una lanza en el costado de aquellos que quieren meter cabeza en el Gran Circo.
La Fórmula 1 es un campo de minas, un lugar donde los interés de cada uno prima más que el bien de varios. Mucho tendría que frotarme los ojos para ver a los del puño cerrado abrir los dedos y dejar caer un par de monedas. Si esto ocurre, lo primero que haré será reflexionar acerca de qué beneficio obtendrá el príncipe que done sus ropas a los harapientos esclavos, porque no creo que "caridad" sea un término conocido en el lenguaje de los equipos.
Nos leemos en una semana, si no desaparecemos antes...
#ForzaJules
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