lunes, 30 de noviembre de 2015

Epílogo (Pero hasta dentro de poquito, ¿eh?)


Cuesta creerlo, pero sí. Se ha acabado. Como una estrella fugaz, la temporada 2015 de Fórmula 1 ya ha pasado a la historia, y los ojos, algunos empañados por lágrimas de despedida, están puestos en el futuro y también en el pasado.
Un pasado que arrancaba hace ahora 9 meses en el lejano Gran Premio de Australia bajo el sol de unas antípodas en las que Hamilton, nunca mejor dicho, 'volvía', con Terminator, a lo más alto del podio. Donde Vettel sumaba su primer podio de rojo, preludio que pocos creímos de una resurrección que se ha consagrado con tres victorias y una pole position; bagaje muy pobre para Ferrari, pero inmensamente rico si se compara con dónde estaba la Scudería 365 días atrás.

El que no estaba era el último inquilino de Maranello. Queda lejos pero, ¿os acordáis? El accidente de Alonso copaba más portadas que la acción en pista. Lo único que nos quedaba claro era que no había nada claro. Descargas eléctricas, rachas de viento, despertares en karting... muchos ríos de tinta se escribieron en ese momento, algunos más encauzados que otros, pero todos girando alrededor de un asturiano que había empezado de la peor forma posible su renovada relación con McLaren.

Ironías del destino, se ahorró un viaje en vano a Melbourne para conducir un monoplaza que no aguantó ni la vuelta de formación en manos de Magnussen. Humo y más humo. Densa cortina que, ni con esas, era suficiente como para esconder las vergüenzas de un propulsor más propio de la GP2 que de la F1, una unidad de ¿potencia? que, carrera sí, carrera también, obligaba a dos campeones del mundo a luchar por llegar hasta la bandera a cuadros.

Y, visto lo visto, casi era un logro conseguirlo. 7 abandonos de Alonso por 5 de Jenson Button, con un quinto puesto del asturiano -si unos dicen hace pocos años que nos íbamos a alegrar con un quinto de Alonso...- como mejor posición de la temporada, un hito conseguido en el Gran Premio más loco de la campaña, el homenaje perfecto para un hombre que, muchas voces dicen, se habría enfundado un mono de la Scuderia tarde o temprano.

Es imposible no acordarse de Jules Bianchi. El francés luchó hasta el final, hasta que se agotaron sus fuerzas, como en Mónaco; pero esta vez no hubo recompensa. Es la parte más amarga de la temporada, la que nos pone los pies en el suelo y nos recuerda de vez en cuando que, detrás del casco, los focos, las cámaras y el glamour hay seres humanos tan frágiles como los de a pie.

Y, al final, fuera de batallas, coches, tecnología y secretismo, en eso -creo y quiero creer- se basa también la F1: en la gente, en los seres humanos. En el compañerismo, el esfuerzo, el sacrificio, el trabajo codo con codo y las largas jornadas de trabajo; ya sean delante de una cámara o de un ordenador, ya sea para llegar a 100 o a 1.000.000 de personas, porque, por muy diferentes que seamos, el fin que nos une, nos motiva y nos da fuerza es el mismo: el amor que sentimos por este maravilloso y, a la vez, cruel deporte.

Y, llegados a este punto y, con motivo del final de la temporada, toca dar las gracias, que no despedirse. Porque, y perdón, pero, ¡ni de coña me van a separar de la F1!, aunque sea yo mismo quien tenga que sujetar la antena parabólica con los dientes.

Gracias, chicos, a todos los que componéis la familia de LaF1.es y que habéis permitido que un simple aficionado pueda sentirse una mínima parte de este enorme y brillante circo. Gracias, Eva y Martí, por esa llamada en septiembre del año pasado. A vosotros, y a Víctor Serrano, Víctor Bolea, Jordi Angrill y, cómo no, Ignacio López Albero, por ser la columna vertebral que sostiene todo esto.

A todo el equipo de redacción: Miguel Carricas (baja el ritmo, macho, que va a ser imposible alcanzarte), Santi Torres, Àlex García, Xarly Sagalés, Héctor Sagués y, seguramente, más que me dejo en el camino por mi buena memoria.

A los articulistas: Josemi Vinuesa que, por fascículos -y gratis- da lecciones de historia cada semana; Pol Santos; David Izquierdo, capaz de analizar absolutamente todo lo que le rodea; Yago Castro; Cristian Mestres; Carlos Gayubo y un largo etcétera.

Y, por supuesto, a la gente que está detrás de la pantalla, a los que estaban, han llegado y llegarán. Sí, porque seguirán llegando a pesar de todo. 2016 va a ser un reto interesante, con un panorama completamente nuevo por delante y que, aunque resulta incluso sobrecogedor, también es increíblemente motivante.

De momento, lo que hay en el horizonte es un largo invierno sin F1, perfecto para descansar -relativamente- hasta los próximos test de pretemporada, que darán el banderazo de salida a la temporada número 67 de la historia de la F1. Toca recargar las baterías porque, habrá que apuntarse, ¿no?

Pd 1: No vale recargar como el motor Honda.

Pd 2: Esto no es spam -que también- es que no encontraba otro sitio para escribir un tocho así :-)

Pd 3: Creo que ya está todo. Lo dicho, ¡gracias y a por muchas más!

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